Hoy te vengo a hablar sobre mis crisis de los 40, para ayudarte a verlo de otro modo. Ya verás.
He tenido varias crisis de los 40. Todas, jajaj. Lo curioso es que no las he considerado crisis. Y ahí reside la cuestión.
La primera fue a los 40 exactos.
No fue una crisis, fue volver a ser yo misma después de unos años en una especie de burbuja de maternidad donde estaba pero no estaba.
Y de repente volví.
Empecé a cuidarme más, a hacer ejercicio, a querer salir, a ser más alegre y espontánea.
Mis amigas de esa época me decían: no te reconozco, pareces una adolescente. Yo les decía: es que no me conocías, esta soy yo de verdad.
Mis amigas de juventud sí me reconocían : )
Fue volver a mí. Se llama crisis de los cuarenta, la típica de: es que está haciendo cosas de adolescente.
No, está haciendo lo que le gusta. Volviendo a reencontrarse. Es una vuelta a ti. Aunque siempre he hecho lo que he querido pero estaba como apagada por dentro... Y de repente, ya no.
Luego he tenido otras:
- La de: ¿Esto es todo? ¿Mi vida va a ser allí ya para siempre? ¿Voy a seguir así toda mi vida? ¿Ya está?
- La de: A estas alturas y no tengo lo que se supone que hay que tener a esta edad (que resulta que nunca me había importado pero ahora al parecer siento que tendría que tenerlo. Ojo ahí).
- La de: Me estoy haciendo vieja, qué le pasa a mi cara, quién es esta señora, voy a ser invisible.
Distintos tipos de crisis de los 40. Tú no tienes por qué tenerlas o no las mismas o no todas o no a esa edad, jajaja.
En todo caso, lo que quiero decirte es que no lo viví como una crisis sino como un momento de reflexión y posible reinvención, de redescubrimiento y cambios.
Y eso es bonito. Ahora tengo 46.
Empiezas a ser consciente de que tienes que vivir. Que siempre he sido consciente pero ahora más todavía, porque sientes que los días se van rápido.
Que estás llegando a la cima y te podrás quedar ahí un tiempo y luego llega el descenso. Eso te hace sentir acelerada y con un poquito de vértigo y de sentimiento de pérdida.
Torschlusspanik se llama en alemán.
A la vez te da más lucidez, ganas de cambiar, de disfrutar, de experimentar, de vivir más todavía, de reencontrarte si te habías perdido.
De atreverte, de volver a tener ilusión, de filtrar aún más la gente que dejas que se quede en tu vida, tu círculo más íntimo.
De cambos personales y profesionales.
Y es bonito. Es un proceso natural.
Como vi en un meme en Instagram, no tienes miedo de perder el tren, te conviertes en el tren. Tú decides cuándo y dónde paras y quién sube y baja.