Subject: anclado a la mediocridad

En 1974, dos psicólogos, Kahneman y Tversky, hicieron un experimento que parece una broma… pero que explica por qué tanta gente se conforma con poco.


Cogieron a un grupo de estudiantes. Los hacían girar una ruleta (trucada, claro) que solo podía dar dos números: el 10 o el 65.


Después les preguntaban:

“¿Qué porcentaje de países africanos crees que forman parte de la ONU?”


Y claro, lo lógico sería que dijeran cualquier número al azar. Pero no.


👉 Los que sacaron un 10, respondieron una media del 25%.

👉 Los que sacaron un 65, dijeron un 45%.


¿Por qué?

Porque ese número aleatorio que acababan de ver, sin ninguna relación con la ONU ni África ni nada, se convirtió en su ancla mental.

Y todo lo que vino después se pegó a él como un chicle.


Ahora dime:

¿No te recuerda esto a cómo la gente valora el confort de los edificios?


Han vivido, respirado y dormido toda su vida en casas donde hace frío en invierno, calor en verano, huele raro y todo suena.


Y con eso como referencia, cuando les hablas de confort en arquitectura eficiente…

Piensan que será “un poco mejor”.


¿Un poco?


No tienen ni idea.


Porque jamás han pisado un edificio bien hecho.


Confort de verdad.


Uno donde no tengas que encender nada, ni apagar nada, ni resignarte.


Su ancla está en la mierda.


 Y se conforman con una mierda menos olorosa.


Yo no.


Yo diseño desde otro lugar.


Desde la evidencia, desde la experiencia, y desde la obsesión con que las personas vivan mejor.


Mucho mejor.


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Porque sí, hay otra forma de hacer arquitectura.



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