¿Recuerdas la serie House?
Ese médico cojo, borde, adicto a las pastillas… que resolvía casos imposibles y trataba a sus pacientes como si fueran idiotas. Pero había algo que lo hacía único: siempre daba con el diagnóstico correcto.
Su frase favorita:
"Todos mienten."
Y no lo decía por crueldad, lo decía porque sabía que no podía fiarse de la primera versión.
Porque muchas veces, la verdad está escondida entre silencios, gestos, dudas… señales que pocos saben leer.
Y te cuento esto porque, aunque yo no llevo bata ni pastillas en el bolsillo, cada vez que un cliente me habla de su proyecto, de sus necesidades o de su presupuesto... intento hacer lo mismo que hacía House:
escuchar más allá de lo que se dice en voz alta.
Me esfuerzo al máximo por interpretar esas señales que no vienen en planos ni en correos.
Por descifrar lo que realmente necesitan aunque no sepan explicarlo.
Porque solo así puedo hacer un buen diagnóstico… y un presupuesto que no explote por los aires en mitad de la obra.
Pero no siempre es fácil.
A veces la información llega a medias. A veces llega mal.
Y a veces, aunque esté completa… si está demasiado fragmentada podemos no interpretarla correctamente.
¿Y qué pasa entonces?
Lo mismo que en la serie: el error se paga caro.
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P.D. 1: Si House se dedicara a reformas, te diría:
"No presupuestes hasta entender el problema real. Y el problema no solo es la ventana."
P.D. 2: Casi seguro que no necesitas tener más clientes. Necesitas entender mejor a los que ya tienes.