No es coña.
Un agricultor belga, harto de no poder pasar bien con su tractor, movió la piedra que marcaba la frontera con Francia.
Así, sin más. La empujó dos metros.
Resultado: Bélgica ganó terreno. Francia lo perdió. Y la historia dio la vuelta al mundo.
¿El motivo?
Que las normas, cuando no tienen ni pies ni tractor, acaban creando situaciones surrealistas.
Como en Rihonor, un puebllecito fronterizo cercano, a caballo entre España y Portugal.
Durante la pandemia, algunos vecinos vivían en un país, pero su huerto o su ganado estaban en el otro.
¿Y qué pasaba?
Que no podían cruzar… porque la frontera estaba “cerrada”.
Y tú y yo sabemos que estas cosas no pasan solo en las noticias.
En tu día a día también te las ves con normativas que parecen escritas por alguien que jamás ha pisado barro.
Lo curioso es que muchas veces el proyecto es viable… pero la forma de contarlo, hace que no lo sea.
Por eso, antes de arrancar, conviene hacer una consultoría previa.
Para buscarle el ángulo, para contar la actuación como hay que contarla.
Y para que luego no te digan que no, cuando en realidad puede ser que sí.
Esa consultoría previa es uno de los servicios que más ahorro de tiempo, dinero y disgustos ha generado a mis clientes.
Porque hay normativas que no se saltan, pero sí se sortean.
Y ahí entro yo.
Si tienes un proyecto en mente y quieres evitar que se lo coma el papeleo antes de nacer, aquí estoy:
Nos ponemos manos a la tierra.
PD: Si no conoces la historia real del agricultor belga que movió la frontera, buscala. No tiene desperdicio.