En España nos encanta presumir de jamón.

Pero no todos los jamones son iguales.

Lo descubrí en la época de estudiante.

Poco dinero.

Mucho apetito.

Y muchas cenas de bocata de mortadela o chopped. Si te querías dar un "lujo", te comprabas uno de jamón serrano… del barato.

De ese que, si no lo cortabas con tijeras antes de meterlo en el pan, al primer mordisco te sacabas la loncha entera como si fuera papel de embalar.

Técnicamente se llamaba jamón.

Pero era otra cosa.

No tenía nada que ver con un ibérico de bellota que se deshace en la boca y te hace cerrar los ojos del gusto.

Ese que, cuando lo pruebas, entiendes por qué a algunos se les cae una lágrima.

Tengo un amigo de aquella época que dice que no le gusta el jamón.

Pero claro, nunca ha probado el de verdad.

Y esto pasa con todo.

Cuando no puedes pagar calidad… te conformas con lo que puedes.

Y lo peor no es eso.

Lo peor es que acabas creyendo que lo mediocre es lo normal.

Que así es como sabe el jamón.

Que así se vende un servicio.

Que así como se hace una obra.

Por eso monté la mi servicio de consultoría previa. Por solo 600€ hago un diagnostico de tus necesidades. Y una hoja de ruta, para que lo que acabes teniendo sea un producto de calidad.

Porque si ofreces un gran producto o servicio y lo estás cobrando como si fuera mortadela… estás tirando dinero y dignidad a partes iguales.

Y lo más curioso de todo: la gente no quiere lo más barato.

Quiere lo mejor… siempre que se lo sepas contar.

Consultoría previa de proyecto.

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