Ayer, por cosas de la vida, acabé metido dos veces en la misma discusión con dos grupos diferentes.
El tema: cómo presupuestar un trabajo.
Unos defendían que había que cobrar por horas. Que si haces una buena estimación, que si investigas a fondo, que si lo ajustas bien... Puede sonar lógico en trabajos pequeños.
Pero, ¿qué pasa cuando te metes en un proyecto que puede durar meses, incluso años?
¿Qué pasa si surgen complicaciones?
¿Y si el trabajo lleva más o menos tiempo del previsto?
No lo veo. No lo comparto.
Igual que no comparto que un asalariado cobre por calentar la silla ocho horas al día. Deberíamos cobrar por objetivos, por resultados.
Pero eso es otro tema.
Lo que vengo a decirte es esto:
👉 Un profesional no debería cobrar por horas.
👉 Debería cobrar por la magnitud del problema que resuelve.
👉 Por la calidad de su trabajo.
👉 Por el impacto que genera en la vida o en el negocio de su cliente.
Yo lo tengo claro:
No pongo precio a mi tiempo.
Pongo precio a mis conocimientos.
Y por eso la formación continua es clave.
La buena formación, la que de verdad marca la diferencia, se consigue de dos formas:
Pisando la calle, en obra, cometiendo errores y aprendiendo.
Aprendiendo de otros profesionales que ya lo han vivido.
Muy pronto voy a lanzar una formación como no he hecho nunca antes.
Voy a volcar en ella años de experiencia real, de la que se cobra, se falla, se aprende y se gana.
💰 ¿Su precio? Unos cuantos miles de euros.
🔑 ¿Su valor? Te va a parecer barato.
Está pensada para profesionales que quieren dar un salto brutal.
Y si tú no buscas formación, pero necesitas ayuda en un proyecto, ya lo sabes: puedes contratar mi consultoría previa.
PD – Ya hay varios profesionales interesados.
PD2 – Esta formación va a ser la mejor que he impartido. Y créeme, llevo años enseñando a profesionales.
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