Este fin de semana, en alguna cadena de tele, pusieron “La vida de Brian”.

Una joya del 79 que, lejos de perder fuerza, parece más vigente que nunca.

En su estreno fue prohibida en varios países.

Supuestamente por motivos religiosos.

Aunque, si me preguntas, quienes deberían haberla censurado no eran los religiosos... sino los políticos.

Pero claro, eso habría requerido ver más allá de las túnicas y entender que esa sátira no iba solo de fe, sino de poder, normas absurdas y cómo la masa lo traga todo... con barba postiza incluida.

La escena de la lapidación lo deja clarísimo:

• Solo los hombres pueden asistir.

• Pero entre el publico, solo hay mujeres disfrazadas con barbas de pega.

• ¿El motivo? Las venden en la entrada como si fueran bufandas del Madrid en día de partido.

Y entre pedrada y pedrada, el tipo que dicta la condena no hace más que repetir la blasfemia... ¡por la que van a matar al otro!

Y claro, también le cae lo suyo.

Ríete tú, pero dime si no te suena.

Nosotros también trabajamos así.

Con normativas interminables, que cambian cada dos por tres y que nadie ha leído completas.

Obligados a cumplir con una lista de cosas que a veces ni entendemos, pero que hay que poner en todos los proyectos "por si acaso".

Y ahí estamos.

Todos con nuestras barbas, procurando que nadie nos pille diciendo algo que no toca, mientras intentamos hacer lo mejor para los clientes.

Eso sí: el que pone las normas suele ser el primero en no cumplirlas.

 Pero tranquilo… él no se va a lapidar a sí mismo.

¿A ti también te ha pasado?

Seguro que sí.

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