Septiembre ha arrancado con fuerza. Como casi siempre, por otra parte.
Ayer tuve varias reuniones con posibles futuros clientes.
Y, la verdad, muchas veces no necesito más de cinco minutos para saber si vamos a trabajar juntos o no.
Hay señales.
Muy claras.
Cuando tengo delante a alguien que escucha con interés, que pregunta sin vergüenza, que no finge saber lo que no sabe, que reconoce sus miedos y valora tu profesionalidad…
Entonces todo fluye.
Sabes que va a haber conexión.
Y cuando hay conexión, hay resultados.
Ese tipo de cliente con el que es un gusto trabajar.
El que entiende que esto va de avanzar, no de controlarlo todo.
Pero también están los otros.
Los que, antes siquiera de agendar una reunión, ya te mandan un email con una lista de exigencias absurdas.
Los que desconfían de entrada.
Los que preguntan para atrapar, no para entender.
A veces pienso que ya están buscando excusas para no contratarte.
Y eso está bien.
Porque yo ya no pierdo el tiempo intentando convencer a quien no quiere ser convencido.
Por suerte, estoy en un punto de mi carrera en el que puedo elegir.
Y cuando me topo con uno de esos perfiles… ni me molesto en agendar la reunión.
Ya encontrará a alguien que se pliegue a sus exigencias.
Y yo encontraré a alguien que esté deseando lo que yo puedo ofrecerle.
Y lo mejor de todo:
Ambos salimos ganando.
Si eres de los primeros ya sabes. Puedes contratarme aqui.
PD- En Septiembre tambien tengo una masterclass para ti. En el correo de mañana tendrás la info.