Ayer te hablé de tres errores que se repiten demasiado en las obras.
Los tres tienen algo en común: no se contrata a un técnico.
Y cuando se contrata, muchas veces es igual de desastroso.
¿Por qué?
Porque hoy una obra no es colocar cuatro ladrillos y ya.
Hay mucho en juego: estética, estructura, eficiencia energética, confort…
Y todo esto hace que sea imposible que una sola persona lo controle todo.
Por eso, o el técnico está hiper especializado,
o se necesita un equipo que trabaje como un engranaje bien ajustado.
Coordinado. Sin egos. Con foco.
Pero no. Aún persiste esa idea trasnochada del arquitecto omnipotente.
Que puede con todo. Que lo sabe todo. Que decide todo.
Y eso crea un doble problema.
Uno: el cliente duerme tranquilo creyendo que todo está bajo control.
Cuando en realidad, todo depende de la improvisación.
Y dos: el técnico vive envuelto en dudas constantes.
Sin saber si la decisión que ha tomado es buena o es un tiro en el pie.
Aunque hay una tercera variante, peor:
El técnico que ni duda, ni reflexiona, ni le importa.
Ese que quiere terminar, cobrar, y salir corriendo.
Yo hace tiempo que entendí que no se trata de saber de todo.
Se trata de rodearse de los mejores.
De aportar valor desde donde de verdad puedo marcar la diferencia:
Tomando decisiones que conviertan un edificio en un lugar cómodo, habitable,
y con un consumo energético ridículo.
Por eso tengo el servicio de consultoría previa,
pensado para técnicos o particulares que quieren que su obra tenga ese "plus".
Ese detalle que marca la diferencia entre hacer las cosas...
...y hacerlas bien.
💥 Pero ojo: Julio está cerrado y sólo me queda una plaza para agosto.
Mañana esta consultoría desaparece de la newsletter.
Y abriré la preventa de una nueva masterclass.
Si quieres la plaza, ya sabes lo que toca.
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