El fin de semana llevé a mis hijos a hacer el descenso del Sella.
No era agosto. No era temporada alta. Y el día estaba nublado, incluso con pinta de llover. Perfecto para evitar aglomeraciones, pensé.
Error.
Lo que me encontré fue una atracción de feria con forma de río.
Canoas chocando unas con otras como si estuviéramos en el parque de atracciones. Grupos a gritos. Gente bebida. Chiringuitos cada 500 metros. Y colas organizadas con más logística que en Disneyland.
Muy bien montado, sí. Muy cómodo también. Pero la experiencia… un despropósito.
Recuerdo la primera vez que lo hice de niño con mis padres. Y luego con mis amigos de la universidad. Años 90. Naturaleza salvaje, silencio, comida casera, trato personal. Magia.
Hoy es todo lo contrario: masificación, prisa, ruido y fast-food fluvial.
¿Sabes qué pensé mientras remaba (o intentaba remar sin arrollar a alguien)?
Que preferiría pagar el doble, incluso el triple, por revivir aquello de antes.
La experiencia real.
La que se ha perdido entre tanta turistificación barata.
Y entonces entendí algo.
Esto también pasa en los negocios.
Hay quien quiere escalar a toda costa. Crecer, facturar, abarcar más. Aunque eso signifique tratar a los clientes como números y ofrecer algo cada vez más estándar, más diluido, más de lo mismo.
Yo no.
Yo prefiero calidad. Prefiero menos clientes, pero darles algo que no olviden.
Por eso estoy en fase de desescalada. Y por eso, si tú eres de los que prefieren experiencias reales y transformadoras…
…recuerda que solo quedan 3 días para apuntarte a la masterclass:
“Ventilación: El Secreto para una Casa sin Moho y una Factura Reducida.”
Después sube de precio.
Y si la compras antes de final de mes, puedes asistir a la sesión en vivo.
Después solo tendrás acceso a la grabación. No es lo mismo, créeme.
Tú decides: ¿quieres bajar un río auténtico o uno lleno de domingueros y ruido?
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