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La más reciente Encuesta del Mercado Laboral (EML) desarrollada por el Instituto Nacional de Estadística y Censo (Ince) de la Contraloría General de la República nos ha hecho evidente una realidad que ya todos habíamos percibido, que la tasa de desempleo en el país se ha incrementado significativamente al pasar de 6% a 7.1% en el último año (agosto 2018 versus agosto de 2019).
Sin embargo, esa no es la cifra más preocupante de todas las que se generaron en este estudio. Por ejemplo, es más preocupante que la tasa de desocupación entre los jóvenes sea de 57.1%, es decir, ocho veces más que el promedio nacional, también que la media salarial en el país sea de $721.90 mensuales, un monto que está por debajo del promedio del salario mínimo vigente que es de $725.00 mensuales, y que el nivel de escolaridad de la mano de obra activa no agrícola sea de solo 11.5 años, lo que significa que la mayoría de nuestros trabajadores ni siquiera han culminado los estudios secundarios. Y la cereza del pastel: 45% de la población labora en el sector informal.
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La competencia empresarial, ese afán por obtener la superioridad en un mercado determinado, supone con frecuencia el esfuerzo que hace toda organización por procurar la identificación y preferencia del cliente o consumidor con sus servicios y/o productos; basados en las ventajas, atributos y cualidades del trabajo que todo un equipo humano lleva a cabo para asegurar que la innovación, la permanente búsqueda de la excelencia, la calidad, el servicio y una actuación alineada con las expectativas sociales, logren el objetivo de ser los primeros.
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Creo que las naciones, igual que las personas, deben tener visión de futuro. Establecer metas, definir una ruta y trabajar duro para lograr esos objetivos. Eso, por ejemplo, es algo que admiro de países tan distintos como China y Estados Unidos (EE.UU.), su visión de futuro.
Cuando uno visita ciudades como Washington, D.C., Nueva York, Filadelfia o Boston en Estados Unidos una de las cosas más impactante es la arquitectura neoclásica de los edificios públicos, la mayoría construidos para perdurar en el tiempo y enviar un mensaje de grandeza.
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Visión de futuro
Creo que las naciones, igual que las personas, deben tener visión de futuro. Establecer metas, definir una ruta y trabajar duro para lograr esos objetivos. Eso, por ejemplo, es algo que admiro de países tan distintos como China y Estados Unidos (EE.UU.), su visión de futuro.
Cuando uno visita ciudades como Washington, D.C., Nueva York, Filadelfia o Boston en Estados Unidos una de las cosas más impactante es la arquitectura neoclásica de los edificios públicos, la mayoría construidos para perdurar en el tiempo y enviar un mensaje de grandeza.
Igualmente ocurre en China, toda vez que cuando se observa su arquitectura, tanto antigua como moderna, se puede observar la intención de decirle al mundo que ese país, de más de 5,000 años de historia y con una cultura exquisita y refinada, quiere jugar un importante papel en el devenir de la humanidad.
Ambos, China y EE.UU., han construido un “destino manifiesto” sobre el cual se han articulado sus estrategias de desarrollo y sus relaciones con otros pueblos. Una esgrime la doctrina Monroe, el otro recurre a la diplomacia, las alianzas estratégicas y los encadenamientos productivos. Pero ambos se ven a si mismos como la principal potencia mundial.
A lo que me refiero es que más allá de recuperar el Canal, los panameños no hemos sabido articular una visión de futuro y tampoco hemos sabido definir nuestro papel en el escenario global. Carecemos de un Plan Nacional de Desarrollo ni de un pacto social que permita reducir la desigualdad social. Peor aún, nuestra inclinación a favorecer la improvisación sobre la planificación no nos permite contar con una estrategia de largo plazo que garantice que el crecimiento económico se traduzca en bienestar para todos los panameños.
Y aunque usted no lo crea, eso se refleja en la arquitectura de los edificios en que operan la administración pública, ya que mientras el edificio del Departamento del Tesoro en Washington, D.C. o el de CCTV en Beijín son íconos de sus respectivos países, en Panamá el alquiler de inmuebles privados no deja ninguna duda de lo efímero de nuestros gobiernos y su falta de visión.
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