Cuando tenía 4 años hubo algo que me marcó.
Desde ese día me quedé tan impresionada que casarme con un vestido con una cola de 14 metros era mi sueño.
(Tuve que renunciar a la cola de 14 metros porque muy práctica y viable no era, jajajajaj).
Primer día que voy a probarme, con una amiga.
Primer vestido.
Era el vestido.
Sé que suena peliculero pero me crié con Disney jajajaja. Mi amiga y yo nos quedamos con lágrimas en los ojos.
Hasta que yo dije:
No puede ser.
¿Cómo va a ser MI vestido el primer vestido que me pruebo en la vida? Será que me he emocionado al verme y ya está. No puede ser. Vamos a buscar más.
Me pase días yendo a probarme otros. A ver no voy a decir que sufriera porque era uno de mis sueños, jajaja. Me pasaría la vida probándome vestidos de novia.
Pero ¿sabes qué?
Los demás no eran. Era el otro.
El primero.
A veces una decisión es más fácil de lo que parece. Pero nos ponemos nuestras propias barreras.
Ayer me decía una clienta: hay una serie de barreras que no sé si son reales o son mías.
Es una diferencia importante.
En ese caso no fue tan importante, en otros te puede hacer perder tiempo, dinero y alegrías.
Porque a lo mejor esa opcion que tienes en mente sí es la buena y no hacen falta más. Porque a lo mejor tus creencias te impiden ver lo que hay.