Hoy te quiero hablar de lo malo de tener esperanza.
Y tú dirás, Aida, te has equivocado, ¡cómo va a ser algo malo tener esperanza?
Pues mira, es verdad que tener esperanza e ilusión suele ser una buena base para asegurarte una vida plena y activa, pero hay excepciones. Fíjate.
La esperanza es un lastre cuando aferrarte a ella te deja anclada en algo que ya no está.
En una batalla perdida hace tiempo.
Pero tú sigues pensando que no, que de eso nada, que va a cambiar la cosa, que tú siempre consigues lo que quieres, que mientras hay vida hay esperanza, que no hay que abandonar nunca…
Y esperas.
Porque has visto un indicio, una señal…
Porque todo el mundo puede cambiar y toda situación puede cambiar.
Y esperas.
Y si te descuidas pasan muchos años y ahí estás, esperando. Para nada.
Esa es la esperanza que te lastra, Friend, porque no te deja avanzar.
Hay que diferenciar entre la esperanza sana, que te ayuda, y la que lastra.
¿Cómo diferencias entre los dos tipos de esperanza?
Una te hará tener altibajos a menudo, disminuirá tu autoestima, la confianza en ti misma, empezarás a dudar de tu criterio, no verás avances reales, te sentirás estancada. Con esperanza, sí, pero estancada.
Esa falsa esperanza es un lastre.
La esperanza "de verdad" es combustible para tu motor, te hace seguir adelante con ánimo cuando más lo necesitas.
Es imprescindible tener esperanza (de hecho, la desesperanza es síntoma de depresión) pero también necesitas claridad mental para saber cuándo parar.
Para algunas personas esto es fácil y, a veces, hasta obvio.
A otras les cuesta mucho. ¿Parar? Asocian parar con desistir, abandonar, fracasar...
También puede depender del tema, para unas cosas lo tienes claro, clarinete y para otras llevas una venda que tela…
¿Cómo te quitas esa venda? Teniendo muy claro lo que quieres y lo que no, qué criterios son imprescindibles para ti, qué te motiva y qué no merece la pena.
Todo eso lo puedes descubrir sobre ti misma en mi curso "Qué Hacer Cuando No Sabes Qué Hacer".