Luigi Giussani nació el 15 de octubre de 1922, el próximo sábado se cumplen 100 años.
Su figura es la inspiración de Ediciones Encuentro en muchos sentidos y, por ello, queremos compartir contigo este vídeo en el que transmitimos de dónde viene nuestra vinculación con él. Esperamos que te ayude a conocernos un poco mejor.
Además, para la ocasión te presentamos una entrevista exclusiva de la periodista María Serrano, solo para los suscritos a nuestro boletín, con Jesús Carrascosa (Carras), responsable en España de Comunión y Liberación, el movimiento fundado por Giussani. Esperamos que la disfrutes y que, poco a poco, la figura de este educador te inspire tanto a como a nosotros:
Carras, ¿en qué consistió la novedad del pensamiento de Giussani?
Él se da cuenta, en una época en que las iglesias están abarrotadas de gente y las misas están llenas, de que hay un abismo entre la fe y la vida. En un viaje en tren a Rímini, hablando con un grupo de jóvenes, comprende que el cristianismo que se les ha transmitido no sirve para vivir. Y lo que no sirve para vivir la vida, se tira; no es que se pierda la fe, sino que como no sirve, se tira. Giussani se anticipa al drama de la Iglesia, dándose cuenta de que está condenada a hundirse, porque es dualista: la fe va por una parte y la vida va por otra. Por eso crea el Movimiento como algo totalizante; es decir, una experiencia cristiana donde la fe y la vida van juntas, donde la fe sirve para iluminar y afrontar la vida.
¿Qué había provocado esa brecha entre la fe y la vida?
En Italia, tras el fascismo y la Segunda Guerra Mundial, hay un giro hacia la izquierda comunista, que no es precisamente católica. Giussani se da cuenta de que lo que se trata es de convivir, aunque existe el riesgo de no ser uno mismo, y defiende que lo que no es totalizante no sirve para nada, no llega a la realidad. La fe tiene que ver con todo, igual que cuando te enamoras incluso leer el periódico tiene que ver con la persona amada.
Esa novedad, ¿sigue siendo interesante hoy?
Es más interesante que nunca, porque hoy vivimos más que nunca ese dualismo. Giussani tiene la intuición de que la fe tiene que ver con la vida porque Cristo es una presencia. Y esa presencia es interesante porque el hombre que no está alienado (utilizando el término acuñado por Marx), que no vive fuera de sí, al que no le han sido extirpadas las exigencias, sigue siempre buscando algo más grande. Giussani lo llamaba la equis, la gran incógnita, y con su célebre dibujo afirmaba que esa incógnita ha entrado en la historia. Este es el acontecimiento de la vida: que Dios se ha hecho carne, se ha hecho uno de nosotros, ¡y sigue entre nosotros! Y sigue en la forma más bella: en una amistad verdadera, en una verdadera fraternidad. El planteamiento de Giussani es enormemente atractivo y racional: nos encontramos con Cristo, un acontecimiento que tiene que ver con toda nuestra vida, y por eso deseamos estar juntos.
Esta es también una característica de la propuesta de don Giussani: la amistad.
Giussani dice que hay dos formas de presencia de Cristo: la Iglesia, la Eucaristía y los sacramentos, y también la comunión, esa amistad verdadera entre los que le siguen, que genera unas relaciones nuevas que, si son verdaderas, son profundamente atractivas.
La mirada radical de Giussani encontró resonancia en un momento social, y diríamos eclesial y antropológico, determinado. ¿Qué vigencia tiene 50 años después, cuando ha cambiado tanto el panorama?
En el 68 hay un intento revolucionario en cierto modo que, aunque fracasó, defendía un ideal: frente al ideal de Cristo existía el comunismo. Que surja un nuevo ideal ya presupone que el corazón del hombre esté vivo para adherirse a él. Pero en la crisis actual no ha surgido un ideal, sino que vivimos el vaciamiento del ser humano, la alienación total, la eliminación de los deseos y las preguntas últimas, la distracción constante y la instintividad sin cotas.
Frente a esa alienación, ¿cómo proponer entonces hoy el carisma del Movimiento?
Educando de nuevo al ser humano. Hay dos posibilidades, o ser domesticados, que es lo que el poder hace, o ser educados. La educación nace de alguien que vive la vida con un significado y se entusiasma por ella; quien se entusiasma tiene un atractivo. El problema de la Iglesia hoy es que no consigue transmitir ese atractivo, especialmente frente a los medios que tiene el poder: el fomento de la parcialidad, de la división, de la mentira…
El movimiento era conocido en Italia por proponer una visión unitaria de la experiencia cristiana que incide en todos los ámbitos de la vida, incluyendo la dimensión política y social. ¿Es esta su vocación natural?
Giussani decía que el hombre religioso es el que vive intensamente la realidad, que es lo contrario de lo que decía Karl Marx. Para afrontar la realidad, decía él que había que educar en las tres dimensiones: la caridad, la cultura y la misión, que son las manos con las que tocamos la realidad. La cultura enseña a dar un juicio sobre las cosas; la caridad permite darte totalmente sin esperar nada a cambio, que es lo más revolucionario que existe, porque hace hombres incansables; y la cultura y la caridad hacen la misión. Giussani educó a la gente a afrontar la realidad, y por eso en seguida hubo presencia en las escuelas y en la universidad, y el carisma alcanzó el nivel político. El reto que tenemos es seguir educando así.