Todos conocemos a alguien que cree que siempre está enfermo.
Le duele la cabeza y ya piensa en un tumor.
Se nota cansado y cree que es leucemia.
Escucha una palabra médica en la tele y automáticamente la siente en su cuerpo.
Vivir así debe ser una tortura.
Y, créeme, a veces tengo clientes que son así…
pero con su obra.
Sí, hipocondríacos de obra.
Suelen tener conocimientos técnicos limitados, y claro,
ven una tubería mal colocada y ya imaginan que el edificio se va a caer.
Ven un cable suelto y creen que el electricista es un criminal.
Escuchan la palabra "replanteo" y piensan en demoler y empezar de cero.
No es culpa suya.
La obra, para quien no está acostumbrado, puede parecer un campo de batalla.
Y si visitas una sin saber lo que miras, es como ir a una operación a corazón abierto y pensar que el paciente está muerto solo porque hay sangre.
Ayer estuve con uno de estos clientes.
Me dijo que llevaba varias noches sin dormir.
Estaba convencido de que su obra era un desastre.
Pasé toda la mañana en esa obra, con el constructor, revisando todo.
Por la tarde, me senté con los promotores.
Les conté paso a paso qué había pasado, qué decisiones tomamos y por qué no había que perder la calma.
Porque en las obras hay problemas.
Siempre.
Pero también hay algo más importante: soluciones.
Ese es mi trabajo.
Darles a los clientes algo que a veces no viene en los planos: tranquilidad.
Espero que esta noche, mi cliente haya dormido como un niño.
Y si tú eres de los que quieren visitar la obra todos los días por tu cuenta, déjame decirte algo con todo el cariño:
no te hagas daño innecesariamente.
Si no eres técnico, ve acompañado.
Y si no puedes, ve menos.
No porque no tengas derecho a ver tu obra, claro que lo tienes.
Pero porque lo que no se entiende, angustia.
Y angustiarse por lo que tiene solución, es una forma muy cara de sufrir.
Un buen control de obra es como un buen seguro:
Hasta que lo necesitas, no sabes lo valioso que es.
Si queires que te ayude aon tu obra, ya sabes.
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