Estoy parado en un paso de peatones. Espero a que crucen los viandantes, como toca.
Y de pronto, un coche viene por detrás, quiere girar… y ¡pum! Maniobra rara y me da.
Nada grave. Un golpe. Se da parte al seguro, cada uno a lo suyo, y listos. O eso pensaba yo.
Pero no. Aquí es donde empieza lo interesante:
Primero me propone que como mi seguro es a todo riesgo… diga que la culpa fue mía. Así nos lo arreglan a los dos. Qué majo.
Luego cambia: que cada uno se pague lo suyo.
Y cuando le digo que no, que vamos a hacer un parte amistoso y que los seguros se encarguen… llama a su "agente" y me dice que no firma nada.
Resultado: me toca a mí buscar testigos, reunir pruebas, abrir parte, y a esperar.
¿Y sabes por qué te cuento esto?
Porque hay mucho gilipollas suelto.
Gente que cuando algo se tuerce, su primer impulso no es resolver, sino escurrir el bulto.
En vez de dar la cara, dan largas.
En lugar de buscar soluciones, buscan excusas.
En las obras pasa lo mismo. En negocios también. Y en la vida, ni te cuento.
Pero, oye: los errores no son el problema. El problema es cómo los enfrentas.
Ahí se ve de qué estás hecho.
¿Tú eres de los que da la cara o de los que se esconde?
Yo lo tengo claro.
Por eso, durante unos días más, puedes acceder a las masterclass donde comparto cómo gestionar la adversidad en tu negocio y salir reforzado.
Aprenderás a resolver sin dramas, a presupuestar sin miedo y a vender sin pedir permiso.
🔒 El domingo las retiro.
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