Cuando instalas un sistema de ventilación en casa, hay cosas que notas desde el primer día.
Y no hace falta que seas ingeniero para darte cuenta.
Te levantas por la mañana… y no hueles a cerrado.
Respiras, y no tienes esa sensación de boca pastosa, como si hubieras dormido en un armario.
Vuelves de viaje y, al abrir la puerta, no te golpea esa bofetada invisible que dice: “esto ha estado cerrado mucho tiempo”.
Miras al trasluz, y no ves ese polvo flotando como si vivieras dentro de una pelusa.
Y eso es lo que se nota a simple vista.
Porque si te diera por mirar un medidor de CO₂ o de compuestos orgánicos volátiles, te asustarías de la diferencia.
(Al menos si tienes uno. Si no, tu cuerpo ya te va avisando...)
Lo sé por experiencia.
Llevaba un año con mi sistema funcionando cuando una mañana me levanté y...
ZAS.
Boca seca, aire espeso, sensación de “esto huele raro”.
Algo no cuadraba.
Miro el medidor: más de 4000 ppm de CO₂.
El límite recomendable está entre 900 y 1000.
Pero no necesité mirar nada.
Mi cuerpo ya me lo estaba diciendo.
Había vuelto a lo de antes.
Lo de toda la vida.
Lo que parece normal hasta que pruebas algo mejor.
Y entonces, ya no hay vuelta atrás.
Había saltado el diferencial, no había corriente y la máquina había dejado de funcionar.
Así de simple. Así de revelador.
A lo bueno uno se acostumbra rápido. Y cuando falta, lo notas.
PD-En mi nueva Masterclass sobre ventilación, te explico con pelos y señales por qué un sistema de ventilación mecánica no es un lujo. Es una necesidad.
Si te importa tu salud, la de tu familia, y quieres respirar aire de verdad —dentro de casa—, esto es para ti.
PD2-Puedes conseguirla a precio reducido hasta el día 25. Después, el precio sube.
PD3-Si esta newsletter te gusta, reenvíasela a esa persona que siempre se queja de que le huele raro la casa (o que duerme fatal). Puede suscribirse desde este enlace
PD4-Si tú también tienes una newsletter con más de 500 suscriptores, escríbeme. Igual montamos algo potente juntos.