Si tienes cierta edad, seguro que al escuchar “el algodón no engaña” puedes hasta entonarla con la voz del mayordomo en el anuncio.
Pasaba el algodón por unos azulejos aparentemente limpios… y sorpresa: nada era lo que parecía.
Seguro que te vienen a la cabeza mil situaciones donde las apariencias engañan.
Lo que parece bueno, a veces resulta no serlo tanto.
A mí me pasó hace poco en una obra.
Habíamos instalado unas carpinterías de marca reconocida.
Todo correcto a simple vista: buena estética, vidrio adecuado, instalación aparentemente perfecta.
Pero cuando hicimos el ensayo blower-door —una prueba que hacemos siempre para detectar infiltraciones de aire—, los resultados fueron sorprendentemente altos.
Algo fallaba.
Usamos entonces nuestras herramientas habituales: lápiz de humo y termografía infrarroja.
Y ahí estaba el problema… justo en el sitio más improbable: las hojas fijas de las ventanas.
En teoría, las hojas fijas no deberían dar problemas.
Pero aquí el vidrio estaba mal sellado contra el marco.
Resultado: el aire se colaba como Pedro por su casa.
Sellamos bien… y al repetir el ensayo, todo fue perfecto.
Ahora imagina qué habría pasado sin hacer esa prueba:
El cliente habría pagado un dineral por unas ventanas de altas prestaciones… para luego tener corrientes de aire dentro de casa.
Ese es el valor de un buen control.
Esa es la diferencia entre cumplir y decepcionar.
Y por eso tengo a la venta este mes una masterclass sobre ventanas, donde te enseño a detectar todos los problemas que pueden surgir por una mala elección o instalación.
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