¿Por qué cambiar algo que ya funciona?
Somos animales de costumbres.
A mis hijos les das su comida favorita y todo va bien. Pero basta con que cambies un solo ingrediente y…
—¡No me gusta! —te sueltan sin probarlo.
¿Por qué?
Porque lo nuevo asusta.
Porque lo desconocido incomoda.
Y porque nuestra naturaleza es conservadora.
Ayer tuve una reunión con un cliente.
Después de analizar a fondo su caso, le propuse una solución.
Una que va a elevar su nivel de confort.
A lo grande.
Pero claro… no se parece a lo que conoce.
Es algo distinto. Algo que no ha experimentado nunca.
Y aquí viene el problema:
Él cree que el sistema antiguo que tenía en casa le ofrecía buen confort.
Pero no tiene con qué compararlo.
Es como si en el año 2000 tus padres hubieran comprado un coche silencioso, cómodo y que apenas gastaba.
Y tú pensaras que eso es lo mejor que existe.
Hasta que te subes a uno de 2025… y se te cae la mandíbula.
Ya no hay marcha atrás.
Se te rompe el paradigma.
Así funciona el ser humano.
Solo cree lo que ha vivido.
Solo acepta lo que ha probado.
Y por culpa de esa mentalidad, muchos se pierden lo mejor.
Por no querer abrir la puerta a algo distinto.
Ahora bien…
Si quieres seguir teniendo lo de siempre, estás en tu derecho.
Pero no trabajes conmigo.
Porque yo no he venido a darte “más de lo mismo”.
He venido a darte lo mejor.
Y eso… empieza aquí.