El otro día me llamó una señora.
Voz amable, tono confiado.
Tenía una parcelita en un pueblo.
Cinco metros de fachada.
Nada del otro mundo.
Su intención: cerrarla con una malla de simple torsión.
Algo barato, rápido. Como han hecho “todos los vecinos”.
El albañil ya estaba casi con la paleta en la mano.
“En el ayuntamiento me han pedido una memoria, y un vecino me ha dado tu telefono ¿Me la puedes hacer tu?”, me preguntó.
Claro, le dije.
Aunque cuando eché un vistazo, vi algo que no le iba a gustar.
Resulta que esa malla que ya había comprado… no se puede poner.
La normativa no lo permite.
Tampoco puede hacer la altura que ella quería.
Ni siquiera rematar con una verja metálica. Solo vegetación.
Y lo más curioso: lo que sí está permitido es un muro de mampostería tradicional… entre 1 y 1,80 metros.
Lo barato, de repente, ya no era tan barato.
Ni tan rápido.
Ni tan sencillo.
Por suerte, la llamada me la hizo antes.
Antes de pagarle al albañil por colocar la malla… y volver a pagarle por desmontarla.
Antes de meterse en un lío con Urbanismo.
Antes de tirar el dinero por no consultar a un técnico.
No sé si al final vallará o no. Pero de momento, ya ha salido ganando.
Y es que este tipo de historias no son la excepción. Son el pan de cada día.
Una obra “sencilla” puede convertirse en una trampa cara si no se hace bien desde el principio.
¿Moraleja?
Consulta siempre. Aunque parezca “una tontería”.
Porque no hay obra pequeña cuando las normas son grandes.
PD- Podríamos hablar de si tienen sentido las draconianas normativas urbanísticas existentes. Sobre todo en pueblos pequeños, y que van totalmente contra los usos y costumbres tradicionales. Pero lo dejamos para otro día.
PD2- Hoy no te he hablado de hermeticidad, pero recuerda, aun tienes a la venta la masterclass Hermeticidad: Del Confort a la Eficiencia. Quedan pocos días, así que si te lo estás pensando, no lo dejes.
Ya sabes que cuando las retiro, puede que no vuelvan, y si lo hacen, lo hará a un precio mas alto.
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