Cada año, por estas fechas, el tiempo vuelve a abrir telediarios.
Hosteleros que culpan al pronóstico por arruinar la temporada.
Cofrades que rezan más al cielo que al patrón, temiendo no poder salir.
Y eso que ahora tenemos apps con radares, mapas y rayitos animados en la palma de la mano.
Pero lo curioso es que cuanto más sabemos… más sufrimos.
Antes, solo había un “hombre del tiempo”.
A veces acertaba.
Otras no.
Y ya está.
Si llovía, te mojabas.
Si hacía sol, te alegrabas.
Nadie pasaba semanas con el alma en vilo preguntándose “¿y si…?”
Ahora vivimos atrapados en el “por si acaso”.
Y lo peor: ya no sufrimos por lo que pasa, sino por lo que podría pasar.
¿Te suena?
En la construcción ocurre lo mismo.
¿Y si este diseño no cuadra?
¿Y si en obra se complica por no prever algo?
¿Y si toca rehacer todo cuando ya no hay tiempo?
No ha pasado.
Pero ya lo estás sufriendo.
Ese miedo te roba energía, tiempo y confianza.
A ti. A tu equipo.
A tus clientes.
Y todo porque nadie te enseñó cosas como estas:
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