Ayer me vi envuelto en un trámite burocrático tan absurdo que parecía escrito por Tarantino… pero sin gracia.
El funcionario de turno —con su café frío, sus sellos y su ego— decidió reinterpretar la ley como le dio la gana.
Ni juez, ni legislador.
Pero ahí estaba: convencido de que su opinión personal era la Constitución.
Mientras intentaba no perder los nervios, me vino a la cabeza esa escena de Pulp Fiction, donde Samuel L. Jackson recita el famoso versículo:
"El camino del justo está por todas partes rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malvados."
Y sí, en ese momento, dan ganas de tener una pistola.
O por lo menos, algo más contundente que una carpeta con papeles firmados.
Pero no.
Lo resolví como hay que hacerlo:
Sin gritos, sin abogados, sin dramas.
Con método.
Con oficio.
Con mano izquierda.
Porque en estos casos hay solo dos salidas:
👉 Te vas al juzgado y gastas meses (y dinero).
👉 O te sientas con alguien que sabe leer la jugada y lo desbloquea antes de que estalle.
Lo más triste es ver a profesionales brillantes paralizados por un tipo que no ha hecho nunca un proyecto real en su vida.
Y tener que explicar lo evidente a alguien que no lo va a entender.
Supongo que tú también te has visto en situaciones así.
¿Y sabes qué? Pasa cada vez más.
Pero no tiene por qué pillarte sin preparar.
Hay una forma de anticiparse.
Si estás por arrancar un proyecto, y no quieres que lo frene el cuñado con despacho, la ventanilla de la esquina o la interpretación absurda del BOE…
Hablemos.
Yo me encargo de que tu proyecto no se ahogue en burocracia.
Ni en errores.
Ni en silencios administrativos que te salen carísimos.
👉 Aquí te explico cómo va la consultoría previa.
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