Así titularon en Sudamérica aquella comedia de finales de los 80 que en España conocimos como No me chilles que no te veo.
La película giraba en torno a un dúo improbable: un ciego y un sordo que, en teoría, debían complementarse para salir adelante. Pero en la práctica… bueno, el caos estaba servido.
Ayer hablaba con un cliente sobre la reforma de su vivienda—una casa de la misma época que la peli—y lo que me contó parecía el guion de su secuela:
🔹 Instaladores de ventanas, cada uno con una recomendación distinta.
🔹 Empresas de aislamientos, cada una con su teoría.
🔹 Técnicos de climatización, cada uno vendiendo su solución como la definitiva.
🔹 Albañiles con su "fórmula mágica" para todo (ignorando lo demás).
🔹 Empresas de reformas con renders bonitos… pero sin preocuparse por aislamiento o confort.
🔹 Especialistas en humedades con soluciones milagrosas, como los vendedores de crecepelo versión siglo XXI.
Cada uno tirando para su lado, desacreditando las demás opciones y, por supuesto, asegurando que el arquitecto no tiene ni idea.
🎬 Título de la secuela: "Ciegos, sordos y reformistas"
Ahora imagina estar en medio de esta vorágine sin conocimientos técnicos.
¿Quién tiene razón? ¿Quién está vendiendo humo? ¿Cómo evitar caer en la trampa del comercial más hábil en lugar de elegir la mejor solución?
Una rehabilitación no es una suma de partes sin conexión.
Es un conjunto donde aislamiento, carpintería, ventilación y climatización deben estar en equilibrio. Si fallas en una pieza, todo lo demás se resiente.
Si no quieres ser el ciego, el sordo o—peor aún—el sordomudo en esta historia, escríbeme.
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